martes, 3 de junio de 2014

Macondo


Macondo era una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un rió de aguas  diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.
Macondo era conocido, como la migración de mariposas amarillas. La ciudad de Macondo cada vez fue cambiando más al hecho de que hubo la llegada de gitanos, uno de los gitanos se llamaba Melquíades, él iba provocando la evolución de tal ciudad, el desarrollo y hasta la destrucción, por la razón de que trajeron inventos supuesta mente maravillosos.
La gente le pareció muy extraordinario conocer tales inventos, pero lo que no se dieron cuenta era que cada uno de ellos fue estafado.
Y les hizo creer que podían ver lo que ocurría en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa.
Luego de que José Arcadio Buendía trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa, en pocos años Macondo se transformo en una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes.
Era una verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.
Macondo se lleno de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos, no solo la propia casa tenia, sino todas las de la aldea. El concierto de los pájaros era hermoso, pero se volvió aturdidor a medida del tiempo.
Macondo estuvo en contacto con los grandes inventos, la cual José Arcadio siguió con las personas que decidieron seguirlo en su investigación, durante 10 días no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo, como ceniza volcánica, y la vegetación cada vez más insidiosa, cada vez más lejanos del cantar de los pájaros etc. Desde ese momento el mundo se volvió triste para siempre.
Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía volvió a atravesar la región, cuando ya era una ruta regular, y encontró muchas cosas, y descubrió que nada fue una fantasía, y se pregunto cómo galeón se adentro hasta ese punto de tierra firme, pero José Arcadio Buendía no se planteo en esa inquietud y encontró el mar, al cabo de otros cuatro días de viaje, a doce kilómetros de distancia de galeón.

Sus sueños terminaban frente a ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.

-¡Carajo! –gritó-. Macondo está rodeado de agua por todas partes…

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